lunes, 13 de junio de 2011

MAL PASTOR

MAL PASTOR

En los monólogos sabatinos quien funge de  déspota espute a granel  amargura   saturada de  aborrecimiento   por quienes tuvieron o tienen más de lo que él tuvo en sus años mozos que tanto han afectado a su psiquis.

Con una sonrisa fingida  que  pretende sin éxito  encubrir  el odio que lo envenena y que siente además por todo aquel que no comulgue con sus criterios, incentiva cada vez más y más la lucha de clases, convenciendo al pueblo llano e ignorante  que los culpables de su postración son los ricos.

El “economista”  ha despilfarrado el multimillonario presupuesto de todos sus años de desgobierno y el país está a la cola del progreso de los vecinos con otra ideología. Necesita cada vez más dinero porque al pueblo  lo compra   haciéndolo arbitrariamente acreedor del esfuerzo de otros, postergando paradójicamente su progreso.

Y si insiste que el pueblo ha hablado en las urnas y que la voz del pueblo es la voz de Dios, yo acoto que también hay Dioses malos que  se expresaron por los votos  realmente minoritarios, socialmente enfermizos del SI, votos estos  de reata, que son los  se dan sin conocimiento ni reflexión, y solo por seguir el dictamen de otro. Irrefutable verdad. 

Una cosa no es justa por el hecho de ser ley y las ha habido y habrá  de aplicación  inviable. Por algo se dice que es del buen pastor esquilar y no esquilmar a las ovejas. La reacción hará algunas normas inaplicables.

Ya no sabe que costos imponernos, que impuestos añadir, que más hacer para destruir nuestro bienestar y, encima de  ello, sin rendir cuentas a nadie por todo el dinero que ha manejado. Lo protegen sus secuaces de la asamblea, la corte cervecera y los jerarcas militares que traicionan la obligación constitucional que les impone su artículo 158.

Los malos nos van ganando.


Jaime Vernaza Trujillo.

domingo, 12 de junio de 2011

Poesia de Luis Vernaza a la muerte de su padre


Poesía de mi abuelo  Luís Vernaza Lazarte a su padre el General Cornelio E. Vernaza Carbo 


MI PADRE


Alma de mi alma ¡Oh! tierno padre mío,
Ser de mí ser, autor de mi existencia.
      C.E.V.      



Horrible soledad, sombra, tristeza;
La fe y la duda en batallar constante,
Un torrente de lava en la cabeza
Y el llanto humedeciéndome el semblante.

Tal me contemplo en mi orfandad sin calma,
Entregado al rigor de mí destino;
Enfermo el corazón, herida el alma,
Juguete de iracundo torbellino.

Débil la planta, sin confiar del suelo,
La mente torpe, la ilusión perdida;
Sin el paterno bienhechor conuelo
Extraño en el camino de la vida.

Que mi padre era el sol en el sendero
Siempre falto de luz, en que he vivido;
Quien me enseñaba, amante y placentero,
El daño castigar con el olvido.

Él en mi pobre juventud marchita,
Era halago, consuelo y esperanza,
Y con palabra para mi bendita,
En la tormenta me ofreció bonanza.

Si la venganza me agitaba el pecho
Y era en mis labios la protesta airada,
¡Oh! calma -me decía-tu despecho,
No te afanes por mí, no temas nada.

“De la calumnia la serpiente artera
No me podrá dañar con su veneno;
Justicia juzgue mi existencia entera.
Su fallo esperaré siempre sereno.

Nunca en la noche a perturbar mi calma,
Viene el remordimiento despiadado:
Y el que ha obtenido la quietud del alma
No teme la asechanza del malvado.

Busca la sombra que dañarme quiere,
Y en ella encontrarás que, sin mancilla,
Aunque esperanza a recompensa muere,
Mi nombre honrado, entre la sombra brilla.

Y el que persigue oscurecer mi nombre,
No la justicia, su ambición pretende:
Que siempre el vicio es superior al hombre,
A su conciencia escucha y no la entiende"

Ya ni un acento en mi constante duelo,
Tendré que alivie en mi dolor profundo;
Huérfano, desgraciado y sin consuelo,
Espantosa prisión me será el mundo.

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Perdona ¡Oh padre! si del alma vino,
Y entre mis labios asomó la queja:
¿Quién detiene al torrente en su camino
Que cruza el valle y la montaña deja?

Su recuerdo es la vida de mi vida;
Su acento presumir, es mi bonanza;
Que él se acuerde de mí, es la querida
Ilusión que alimenta mi esperanza.

Que el más allá  sea real; que existe un Cielo
Digno de su honradez y su hidalguía,
Es el único faro de consuelo
Que alumbra con piedad, la noche mía.

Y ya que no consigo, cual quisiera,
Expresar el rigor de mi quebranto,
Del fuego interno de encendida hoguera
La fuerza aplaque mi copioso llanto.