miércoles, 27 de junio de 2012

FUERZAS DESALMADAS

En un pequeño país con no muchos millones de habitantes existía un gobernante que llegó al poder elegido democráticamente porque el pueblo, mayoritariamente ignorante, simplemente creyó en él.

Cansado estaba de sus líderes tradicionales que los habían defraudado, muchos de los cuales se habían enriquecido en el ejercicio de sus mandatos.

Sorpresivos precios de los recursos naturales del diminuto país le permitieron al gobernante elegido tener recursos que ninguno de sus predecesores  se hubiera imaginado tener.

Consiguió de su pueblo una fidelidad religiosa  que le permitió pedir que con sus votos los ciudadanos le aprueben cambiar cuanta norma jurídica del nivel que sea, que a su solo criterio fuera necesario para llevarlos a la prosperidad que no habían conocido.

A través de éste apoyo, de a poco, fue controlando todas las funciones del estado, consiguiendo que no se fiscalicen los actos de su gobierno. La impunidad para él y los suyos era una suerte de derecho reconocido por sus lacayos, titulares de los entes de control.

Convertido en dictador con título de presidente, enfermo de odio enemistó a sus connacionales incentivando una lucha de clases.

Las fuerzas armadas ya no obedecían a la constitución, se convirtieron en sumisas  al pensamiento del déspota y los desplantes a éstas se multiplicaron ante el silencio cobarde o cómplice de sus mandos que desprovistos de dignidad por temor o favor, lo permitieron.

Se esfumó la paz en que vivían sus habitantes. Mafias internacionales se apoderaron de la patria  y las muertes violentas  se multiplicaban como peste, su gente se acostumbró a éstos hechos, sin dejar de reclamar por una protección que no llegaba.

La mafia se había tomado la política y la corrupción se mariscalizaba.  La justicia asqueaba y el desprecio a lo judicial   alcanzaba incluso a aquellos que indebidamente la controlaban.

Los escándalos sobre los fondos públicos  aburrían por cotidianos y por impunes. Hablar de ilícitos atribuidos al gobierno era motivo de persecución judicial y quienes los denunciaban eran  tildados de traidores a la patria.

El déspota destrozó  el país, la inseguridad jurídica campeaba, y con la plata de todos compraba el apoyo de un pueblo manipulado por una propaganda atosigadora y perversa, vendiendo mentiras como verdades y regalando pescado sin enseñar  a pescar.

La libertad de expresión fue condicionada a que sea de aceptación oficial. Se apropió de prensa privada violentando todo debido proceso y la puso a su plena disposición. La presión mundial evitó que siga acaparando  otros medios que casi los tuvo en sus manos.

Insultaba a quien se le antojaba, se peleaba  con gobernantes de otros estados, se opuso a que organismos internacionales cumplan con su obligación de evitar asesinatos de niños por parte de gobernantes ilegitimados.

Apoyó a  gobernantes  de otros países que se creyeron vitalicios y bombardeaban a sus connacionales que querían democracia.

Pero en esos  pueblos , con fuerzas armadas que se debían incondicionalmente a sus gobernantes y que ,en tal condición de absoluta sumisión, cometieron crímenes contra lesa humanidad, de repente ,en primavera, algunos de sus integrantes hicieron consciencia, aunque demasiado tarde, consciencia de que los derechos humanos que hablan de libertades no dependen de legislación alguna para existir y ser reclamados. Y se pusieron al lado del pueblo para defender sus derechos.

Volviendo a nuestro cuento, el  dictador de ese pobre país, enceguecido por su efímero poder  que creyó eterno, se sintió salvo al considerar que  el vasallaje de las fuerzas armadas era perenne y que con solo fruncir el rostro las amilanaba a su antojo.

Para su desconcierto, oficiales y tropa repudiando tanta impunidad no quisieron continuar apoyando a su   gobierno déspota que perseguía a los ciudadanos que opinaban en contrario,  que no permitía  ser fiscalizado y que había  instituido la inseguridad jurídica en la república.

No quisieron convertirse en cómplices ni autores coadyuvantes de la destrucción de la institucionalidad que acaba con las libertades ciudadanas. Seguir haciéndolo era a su criterio traicionar al pueblo y convertir a las fuerzas armadas en fuerzas sin alma, en Fuerzas Desalmadas.

Acabando con el desgobierno devolvieron a los ciudadanos sus plenas libertades  y mediante elecciones libres el pueblo tuvo la oportunidad de volver a equivocarse.

  JAIME VERNAZA TRUJILLO.